ALBA

No tengo nada que ofrecerte.
Quizás mi poesía,
pero un día dejaré de ser poeta.
Quizás mi juventud,
pero un día dejaré de ser joven.
¿Cómo convencerte?
Madrid,
las estrellas,
la luna…
son cosas demasiado románticas
para ser ciertas.
Sólo tengo lo que soy:
cómo soy a tu lado,
cómo me siento contigo
(nada, al fin y al cabo,
pero un verso vale más
que mil palabras).

Te dejo mi nombre
como última opción.
Recuérdalo,
guárdalo bien,
cuida que no se te olvide,
dilo en alto
cuando no te importe gritar.
Y ya sabes:
puedo dejar de ser poeta,
puedo dejar de ser joven,
pero nunca dejaré de ser Alba…

Con todo lo que eso conlleva.

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