VOLVAMOS UN RATO A GRANADA

Así es. Así fue.
Con las noches tranquilas
y los días que pasaban
deprisa.
Comprendimos que todo
camino conduce a la
catedral,
y que nada queda
demasiado lejos
si son veinte minutos
andando.
El Albayzin
nos sorprendió
con sus casas y sus calles,
nos costó asumir
las cuestas del Realejo,
y siempre,
tras los pasos de algún
que otro poeta,
teníamos motivos
para sonreír.
Las vacaciones premeditadas
son dulces
pero terribles
cuando las dejas atrás
(todavía me parece
sentir esa tranquilidad,
ese acento
que imito tan mal...)




Hace frío en Madrid.
Volvamos un rato a Granada.


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