TOKIO YA NO NOS QUIERE, RAY LORIGA

A las tres y media he cerrado un negocio con el dueño de un concesionario de coches japoneses. Tiene una pierna de grafito y quiere olvidar que antes tenía en su lugar una pierna sana. Es mucho mejor si no sabes lo que has perdido. Eso es lo que me ha dicho. Me ha enseñado una foto de su mujer aunque por supuesto yo no se lo he pedido. La gente tiene la manía de enseñarte sus cosas con la misma estúpida alegría con que los magos sacan del sombrero conejos que nadie quiere ver. Mi amigo me ha dicho también que perdió la pierna en un accidente de coche, no en uno de sus coches, por supuesto, en estos coches no puedes perder ni un número de teléfono. Son máquinas perfectas. Me he sentido con la obligación de decirle que no sé conducir, para que el hombre dejara de esforzarse. Un vendedor siempre es un vendedor y un vendedor sin una pierna es aún un vendedor entero. Perdóneme usted pero está en la sangre. Lo ha dicho sin mucha fe porque los dos sabemos que sea lo que sea lo que está en la sangre, en la sangre no puede haber nada de eso. Luego me ha contado que enterró la pierna después de sufrir un rechazo tras un intento de injerto. No consigue entender cómo puede uno rechazar una pierna que es suya. Pero, fin, enterró la pierna y también quiere olvidar dónde está enterrada. No sabe usted lo estúpido que se siente uno enterrando una pierna.
No lo sé, desde luego, pero puedo imaginármelo.

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