PESTAÑAS Y DESEOS



La primera vez que se me cayó una pestaña, mi madre la cogió y, enseñándomela bien sujeta en su dedo índice, dijo:
- Pide un deseo.
Cerré los ojos y soplé, y la pestaña voló porque ya no me pertenecía.
Yo volví a mi vida diaria, y el deseo no se cumplió.

Hubo otras después de ésa; más o menos largas, más o menos oscuras… Pero ninguna me daba lo que le pedía.
Al final, la última pestaña que se me cayó, me concedió el último deseo que pedí: no se me volvieron a caer más pestañas.

A veces las cosas más simples se consiguen por inercia.

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