VIVIR SIN RELOJ

Ya no llevo reloj.
Se ha marcado mal el tiempo
y cuento,
sin cansarme,
los segundos que me quedan
para verte.

1, 2, 3. 4…

La huella del reloj
ha desaparecido
en mi muñeca.
Cansada de tres meses estivales,
de que luego llegue el invierno
y me arrepienta del frío,
de huir de lo que siento
y escapar
y huir del tiempo.
El reloj se ríe de mí,
y yo sonrío
y mi conciencia, en el fondo,
también.

Aparento saberlo todo
(o por lo menos muchas cosas)
pero no sé qué hora es.

100, 101, 102, 103…

¿Cuánto queda para mañana?
¿Es ya la hora?

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