LAS LLAVES DE CASA


Lanzamos las llaves por la ventana.
Las llaves de casa.
La casa que me vio crecer y querer,
donde nunca hubo televisión,
los muebles eran pocos pero buenos
y el olor a incienso o a tabaco
anunciaba nuestra presencia.

Tiramos las llaves de casa
porque abrieron las puertas
de una ciudad que no es la mía
y que se parece al color gris,
aunque su gente me invitó a pasear
dándome una mano de color cálido
-algo parecido a la brisa del mar-.

Enterramos las llaves bajo tierra.
Las llaves de casa.
Ahora están sin cruz ni ataúd
ni oración que las represente:
la única oración es la memoria
acostumbrada al café matutino
y a las marcas en las paredes.

No me pertenecen ya esas llaves
ni esa casa, y yo
-que, de hecho, nunca les pertenecí-
sigo buscando otras puertas
que no abran jaulas tan engañosas,
sino habitaciones ventiladas de amor:
la única fuerza de gravedad real.

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