He deshecho maletas que olían a tabaco barato
y a recuerdos que espantan
y a recuerdos que enamoran.
Algunas me llevaban a ciudades imaginarias,
otras con personas bonitas
-a las que, probablemente,
yo no me merezco-
y muchas otras me invitaban a huir
de la ciudad que me parió
y a la que no pertenezco.
Mi momento está en este lugar que no existe,
puro espejismo para idiotas,
risotadas para los dementes,
quieroirmeynopuedo
porque te quiero…
contradicciones en esas maletas que me espantan.
El viaje es la peor ilusión y la mejor de las dichas
porque he deshecho tantas maletas
que ahora sólo quiero ser yo:
desnuda, ojerosa, frágil, pensativa,
teniendo el más bello recuerdo de mí misma.
Déjenme sus maletas vacías porque serán
mi equipaje perfecto
y las llenaré de sol, de barro y de barrio,
de toda la nostalgia de la familia,
de las cosas que se me escapan
-y por qué no, de mis lágrimas-.
Pero luego las lanzaré al vacío
de donde nadie viene y adonde nadie llega
para recostarme, ciegamente,
en las rodillas de este gran sueño.