Quiéreme
dos veces por semana
o sin pausas por las mañanas.

Mátame
del gusto de creer en ti,
de volver a hacerme sonreír. 

Recuérdame
lo que cuesta ser feliz,
soñando sólo para mí.

Sedúceme 
con palabras malgastadas
o con versos de porcelana

y sálvame
de lo que esconde esa puerta
-del torbellino, la tormenta...-

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