EL EXTRANJERO, ALBERT CAMUS

  • Comenzó el interrogatorio. Me dijo en primer término que se me describía como un carácter taciturno y reservado y quiso saber cuál era mi opinión. Respondí: "Nunca tengo gran cosa que decir. Por eso me callo."
  • Pensé a menudo entonces que si me hubiesen hecho vivir de un árbol seco, sin otra ocupación que la de mirar la flor del cielo sobre la cabeza, me habría acostumbrado poco a poco. Hubiese esperado el paso de los pájaros y el encuentro de las nubes como esperaba aquí las curiosas corbatas de mi abogado y como, en otro mundo, esperaba pacientemente el sábado para estrechar el cuerpo de María. Después de todo, pensándolo bien, no estaba en un árbol seco. Había otros más desgraciados que yo. Por otra parte, mamá tenía la idea, y la repetía a menudo, de que uno acaba por acostumbrarse a todo.
  • "Entonces Dios le ayudará" hizo notar. "Todos cuantos he conocido en su casa han vuelto a Él." Reconocí que estaban en su derecho. Probaba también que tenían tiempo para hacerlo. En cuanto a mí, no quería que me ayudaran y precisamente no tenía tiempo para interesarme en lo que no me interesaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran libro ;)
/versoequivocado